El carbonato amónico, principio activo del amoniaco, provoca irritación al entrar en contacto con las mucosas nasales y las membranas pulmonares, y esto a su vez estimula la respiración alterando sus parámetros habituales.
El amoniaco no es una sustancia dopante
El Dr. Mike T. Nelson, fisiólogo del ejercicio y miembro del Colegio Norteamericano del Deporte, indica que “la respiración está vinculada estrechamente al ritmo cardiaco. Si monitoreas la frecuencia cardiaca de alguien que empieza a respirar más rápido, aunque este sentado, verás que empieza a subir. El cuerpo piensa ‘estoy respirando más rápido, debo trabajar más duro, necesitamos incrementar la frecuencia cardiaca para regular el oxígeno y expulsar el CO2′”.
Como consecuencia, se produciría una mejora en las capacidades de concentración y reacción. Quien inhala amoniaco estaría más alerta. Cuando esto ocurre, el sistema nervioso simpático, que controla la respuesta ante situaciones de estrés o alarma, se activa.
Esto tiene como consecuencia un ligero incremento en la fuerza, a costa de perder precisión, según el doctor Nelson, y sería la razón por la que los levantadores de pesas usan frecuentemente las sales.
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